El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford: la mística hecha foto

Cuando un realizador otorga a su director de fotografía un amplio margen creativo, salta a la vista incluso si no somos entendidos en la materia. Este es el caso del australiano Andrew Dominik y el inglés Roger Deakins, asociados en El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford de 2007.

Asistimos a un western, por cierto nada tradicional, que nos cuenta la historia de uno de los pistoleros más célebres del Viejo Oeste. Perseguido por el gobierno y cazadores de recompensas, Jesse James descubrirá que el mayor peligro proviene de su propia banda.

Resaltar el carácter épico de un controvertido personaje

Dominik nos ofrece una forma de narrar irregular, novedosa para entonces, que puede inquietar al espectador acomodado a los estándares de la industria. De igual manera en términos de fotografía, pueden desconcertar los intensos desenfoques digitales en los bordes, siempre en escenas calmas mientras narra la voz en off. Se trata de un método para resaltar el carácter épico de un controvertido personaje, aun cuando su realizador se aleje del romanticismo que ha sido la regla en cuanta obra lo ha abordado.

Metáfora hecha secuencia

Existe una melancolía notable en el protagonista, enigma arropado en su leyenda. Un forajido de la mística estadounidense al que, a diferencia de los miembros de su banda cuyas luces y sombras como humanos saltan a la vista, Dominik envuelve en una poética singular. De ahí el preciosismo en el retrato. De ahí también más de una metáfora hecha secuencia, como es la del asalto al tren, en la cual las únicas luces que iluminan la toma son la locomotora aproximándose y las lámparas de los personajes. Jesse, lámpara en mano y marcando distancia de la banda, ordena apagar las luces para quedar a oscuras y reaparecer en solemne contraluz frente al tren y su faro frontal. 

Relación sujeto-fondo

Para algunos se trata de un película muy contemplativa, que peca de calmosa en busca de una reflexión existencialista sobre el protagonista y su conflicto con la sociedad. Para otros esa es justamente su mayor virtud. Una visión panorámica del Oeste estadounidense, se combina con un frecuente uso de planos fijos y lentos movimientos de cámara. Deakins aprovecha al máximo la relación sujeto-fondo encarnada por el cowboy y el paisaje rural, siendo el segundo representado en movimiento varias veces.

Un contraste que va más allá de lo visual

Las claves bajas, altos contrastes y contraluces con toda intención, denotan como Deakins se vale de la luz para crear estados emocionales. Las paletas que nos ofrece son siempre de colores análogos, cálidos la mayoría de las veces, provocados por fogatas, velas o lámparas de gas; fríos cuando es la oscura y peligrosa noche el escenario. Ello cuando no tenemos una paleta casi acromática, con predominancia de blancos y negros y algún que otro color desaturado. Vale destacar las transiciones de tomas cálidas a frías, incluso el uso de ambos de tonos bien delimitados en un mismo plano, generando un contraste que va más allá de lo visual. 

En términos de fotografía, El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford no es mera recreación de la vista, percepción que ha tenido más de uno dado su carácter contemplativo. Desde la composición a la iluminación, pasando por la técnica, todo se haya en función del enfoque sui géneris hacia la leyenda del forajido. Asistimos a imágenes muy bellas para los sentidos sí, que por imponentes eclipsan hasta cierto punto al guión, pero que fungen a su vez como metáforas de un protagonista icónico y de la mística que lo rodea. 

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