Ruber Osoria: El Rostro de la Ciudad
El photostreet o fotografía callejera no es nada sencillo. Definitivamente no es un género en el que cualquier fotógrafo pueda incursionar. Conlleva mucha temeridad, perspicacia y dominio técnico del equipo, y si bien lo tercero se puede se adquirir con práctica y estudio, los dos primeros suelen ser habilidades innatas. Hoy nos adentramos en este tipo de foto a través del lente de Ruber Osoria, fotógrafo cubano radicado en Chile, quién además de capturar geniales imágenes de calle les imprime su identidad, invitándonos a ver la ciudad a través de sus ojos.
¿Cómo llegaste al photostreet?
“Bueno compay, yo llegué en 2018 a Chile como inmigrante indocumentado. Al poco tiempo empiezo a incursionar en la fotografía callejera, a estudiarla y a entender la calle. Sel Sagama, un amigo fotógrafo de acá, me enseña a vivir, a sentir el photostreet, a cómo yo puedo expresarme mediante una imagen robada de alguien. Yo creo que ser fotógrafo de calle es como ser director de cine y los actores son los transeúntes, a los que utilizo para contar la historia que yo quiero. No me interesa la vida del sujeto, me interesa que está en un momento y un lugar que me sirven para expresarme.”
¿Qué representa este género para ti?
“Me siento tan bien haciendo fotos en la calle que me inventé una frase que dice «me gusta ver cómo la calle abre sus piernas para ser penetrada por mi lente». La fotografía callejera cuando la hago es tan excitante weón, que es cómo un orgasmo, es cómo que estás ahí…bueno tú me entiendes, tú eres cubano igual que yo y nosotros siempre tendemos a sexualizar todo. Me gusta sentir esa adrenalina de gente que me ha querido golpear, y tener una mentira preparada para todo él que me pregunta qué yo hago sacándole fotos.”
¿Cuál es en tu opinión la clave para hacer una buena fotografía de calle?
“No hay clave. A medida que vas aprendiendo y saliendo las imágenes vienen solas. Si hay una clave es salir a la calle con una idea: hoy voy a salir a buscar sombras o gente comiendo o voy a imitar el trabajo de alguien. Imitar, no hay nada de malo en imitar weón, cuando tú imitas poco a poco vas formando tu sello. Hay que estudiar y comerte el internet. Y lo que haga un fotógrafo en Tanzania reproducirlo aquí pero con rasgos locales. Y lo más importante es saber ver en lo ordinario lo trascendental. Cuando uno aprende que lo que es ordinario para mí puede ser algo extraordinario para otro, no hay necesidad de ir a Nueva York, Londres ni a ninguna ciudad grandísima para hacer buenas fotos de calle.”
¿A qué se deben esos contrastes tan altos en tus fotos?
“Asere esos colores contrastados van con la búsqueda de mi identidad. Verás, esta situación de no poder entrar a Cuba y perder la nacionalidad me ha chocado. El pueblo del que yo vengo, ya a las ocho o nueve de la mañana hace un sol que raja las piedras, entonces trato de reproducir esos colores de mi lugar de origen, lo cual es difícil porque acá la ciudad es muy gris y el sol dura poco en verano y en invierno ni se diga. Por eso yo hago fotos al mediodía, porque es cuando más me siento en mi hábitat, en el Caribe, en Santiago, caliente.”
¿Y la ausencia de rostros?¿A qué se debe?
“Yo cuando llegué a Chile tuve que vivir en una iglesia cuatro meses. Aterricé aquí y no tenía amistades ni nada. Compay eso a mí me hizo un vacío en el corazón. Migrar y que nadie te espere en el otro lado es de pinga. Cuando uno no tiene documentos en un país es un cero a la izquierda. Yo me sentía invisible, porque además aquí la gente va por la calle y no se saluda entre ellos, imagínate a un inmigrante, que escuchan el acento y lo primero que piensan es que los van a asaltar. Eso sumado a que la sociedad aquí es muy agitada y la gente que anda a pie no tiene tiempo ni para mirar para el lado. Entonces hice esa serie que se llama El Rostro de la Ciudad, porque así era como la veía, sin rostro.”
